EL KIOSKO de arte

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miércoles, 5 de febrero de 2014

Ron Mueck. Desandar el camino



La modernidad es capaz de concentrar en un instante la temporalidad de la experiencia, reflexionaba a mediados del siglo XX Walter Benjamin envuelto en vapores de tren, desechos industriales, automóviles, fotografías y hasta proyecciones cinematográficas. Hundido en un presente hasta imposible de alcanzar por la imaginación más frondosa, el hombre moderno fue incapaz de asimilar a la experiencia aquella sobre-estimulación proveniente de los desmesurados avances tecnológicos.

Asimismo, las nuevas técnicas de reproducción masiva acentuaban la extenuación sensorial a la vez que trastornaban el sistema perceptivo en sistema anestésico, es decir, aquel desarrollado para conectar el cuerpo humano con el exterior a través de los sentidos se transforma en el medio que el hombre moderno tiene para sobrevivir en un mundo que aun desconoce y al que no sabe cómo adaptarse.  No es casualidad, como menciona Susan Buck-Morss que este sea el tiempo de desarrollo de las drogas y la anestesia en la medicina.

Ahora bien, algo de aquel hombre moderno,  extasiado y preso de su propio devenir me resulta familiar. La norma de la modernidad, responder a los estímulos sin pensar demasiado en ello no pareciera ser muy diferente al modo en que muchos de nosotros aún nos desenvolvemos. Sólo algunos intentamos ofrecer cierta resistencia a esa forma de dominio que se consigue a través de la alienación sensorial. El campo del arte, otrora una manifestación más del fenómeno de la modernidad e indefectiblemente atravesado por las técnicas de reproducción masiva, puede devenir en una forma más de estimulación perceptual o no.

El escultor australiano Ron Mueck, prefiere la segunda opción. Con esculturas dramáticamente realistas, el artista desanda el camino y nos encuentra a su paso. Espectadores batallando la incertidumbre de vivir perdidos en nuestro propio progreso, con ánimos de vivir como flaneurs pero sin tener muy en claro cómo hacerlo casi doscientos años después de aquel adorable personaje baudeleriano. El trabajo es exhaustivo, la técnica impecable y no hay un solo detalle librado al azar. Allí al alcance de nuestras manos creemos encontrar todas las respuestas y sin embargo lo que Mueck ofrece es sólo una incitación a la exploración y al contacto a través de la mirada. Con una magistral y adorable seducción de los sentidos, el artista nos invita a re-conocernos en su obra,  a re-descubrir al otro para conocernos a nosotros mismos, a desandar con él el mágico camino de despertar del letargo moderno.

Desde el 16 de noviembre y hasta el 23 de febrero Ron Mueck se presenta con algunas de sus entrañables esculturas en Fundacion Proa, Av. Don Pedro de Mendoza 1929, Ciudad De Buenos Aires.



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