EL KIOSKO de arte

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domingo, 8 de marzo de 2015

La sinestesia del deseo. Robert Chamberlin

La osadía de expresión, el goce, la inspiración en la Naturaleza y en especial los temas amorosos caracterizaron el Rococó. Corriente artística que reinó en Francia y otros países europeos durante el siglo XVIII y antes de la Revolución de 1789. El arte de la corte de Luis XV, se vuelve  un aire fresco y gentil abocado en expresar el deleite de una vida despreocupada a través de la pintura, la escultura y los objetos de porcelana. En todas sus disciplinas el Rococó buscó reflejar lo agradable, extravagante y sensual.

En este contexto, fue cada vez mayor en el continente el interés por la exótica porcelana china, apreciada como una rareza por sus cualidades de dureza, transparencia y blancura. En vano fueron los innumerables  intentos de copiarla en los talleres de producción experimental. No fue sino  hasta mediados del 1700 y sobre todo tras el apoyo de la favorita del Rey, Mme. de Pompadour, que la industria terminó por desarrollarse  en la ciudad francesa de Sèvres. Desde entonces la cerámica ha estado unida al deseo en sí mismo. Desde ahí comienza a andar el artista norteamericano Robert Chamberlin.

Fountain 10. Porcelain with 
porcelain decoration. 2014 
Graduado como fotógrafo empieza a incursionar en la arcilla, pero fue mucho tiempo después que su carrera cobro un giro productivo e inesperado.  “Durante mi posgrado trabajé con fotografía, performance, modelado e incluso algo de video. Fue en ese momento que tuve la posibilidad de encontrarme con Kathy King y realmente empezar a pensar la arcilla en un forma muy diferente a como lo venía haciendo. Encontré posibilidades artísticas donde  antes solo veía funcionalidad”. Explica Chamberlin.


Hoy, aunque aún tiene tiempo para la fotografía, la atención de su producción está puesta principalmente en su obra en porcelana. Perfilado como uno de los artistas jóvenes del momento en su país, su última incursión en la edición 2014 de VOLTA en Nueva York, lo demuestra. Desde sus inicios esta feria ha estado ligada a las producciones emergentes y es una vidriera para las posiciones relevantes del arte contemporáneo. La instalación de Chamberlin para esta ocasión, fue  considerada una exitosa continuación de su anterior exhibición  “Fill me up”, exhibida en la Miller Yezerski Gallery en mayo de 2013.

La forma base de las piezas, en general estilo Sèvres, se trabaja como una pieza única y a veces es decorada sin un diseño previo. Así, cada recipiente es moldeada a mano y su concepción es un trabajo completamente artesanal, pulido y riguroso “El empleo de un glaseado de porcelana hecho en arcilla, el último paso,  es similar a llenar la manga de repostería y decorar como si se tratara de una torta y yo un cheff” cuenta el artista. Tal vez ello explique por qué al estar frente a ellas sobren deseos de saborearlas, porque no basta solo la mirada para aprehenderlas en su completitud.

Fountain 09. Porcelain with 
porcelain decoration. 2014 
Una cama deshecha, un ambiente despojado y decenas de piezas blancas alrededor, por un momento subvierten los roles. Parecieran ser las porcelanas observadoras íntimas de lo ocurrido en aquella habitación aparentemente descuidada. En las sábanas y cortinados predomina el azul, como en la instalación en donde más de 100 piezas fueron dispuestas sobre mesas vestidas con manteles del color históricamente relacionado con lo sagrado y la realeza, y por lo que se sabe, el favorito de la corte francesa del siglo XVIII.


Sus vasijas de porcelana blanca, que toman su modelo de grandes tiendas de segunda mano, remiten a la sensualidad y el boato del Rococó y el arte cortesano de antaño. Sin embargo,  lejos de ser meros objetos decorativos, el espectador experimenta con ellas un placer culposo, casi lascivo. Piezas fetichistas. El artista les atribuye caracteres antropomórficos y la proyección sobre ellas fluye en objetos con nombres propios, imaginarios o reales, tomados en algunos casos del ámbito íntimo de su creador, o bien de las intrigas familiares de grandes dinastías de la historia como la Romanov.

Similar a un niño que asume su realidad al proyectarla en un fragmento, Robert Chamberlin experimenta la noción de deseo, encuentro y desencuentros  desde sus porcelanas. Cada obra es concebida literalmente como una persona, su superficie es tratada como la piel y así no es de extrañar que las vasijas tengan “cuello”, “vientre” o “brazos”. Algunas se rompen por su propio ornamento, otras se acoplan, se derriten, casi todas remiten a la dinámica entre las parejas,  las que quieren serlo o las que fueron.


Chamberlin asegura que sus vasijas están “sentadas a la espera de encontrar el correcto espectador”. Aquel tendrá la tarea de permear aún más, si es que es posible en la contemporaneidad, su campo sensible, estético. Deberá permitirse la fantasía de saborear esos cuerpos en forma de recipiente, de rozar esas pieles perfectamente lisas pero heladas,  permitirse el voyeurismo de verlas amarse. En definitiva, su espectador ideal deberá rendirse a la sinestesia del deseo. Conectar todo su campo sensible con su memoria involuntaria, y gozar. 

Publicado en la edición 70 de la revista Arte Al Limite. Mirá la versión digital acá

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