La osadía de expresión, el goce,
la inspiración en la Naturaleza y en especial los temas amorosos caracterizaron
el Rococó. Corriente artística que reinó en Francia y otros países europeos
durante el siglo XVIII y antes de la Revolución de 1789. El arte de la corte de
Luis XV, se vuelve un aire fresco y
gentil abocado en expresar el deleite de una vida despreocupada a través de la
pintura, la escultura y los objetos de porcelana. En todas sus disciplinas el
Rococó buscó reflejar lo agradable, extravagante y sensual.
En este contexto, fue cada vez
mayor en el continente el interés por la exótica porcelana china, apreciada
como una rareza por sus cualidades de dureza, transparencia y blancura. En vano
fueron los innumerables intentos de
copiarla en los talleres de producción experimental. No fue sino hasta mediados del 1700 y sobre todo tras el
apoyo de la favorita del Rey, Mme. de Pompadour, que la industria terminó por
desarrollarse en la ciudad francesa de
Sèvres. Desde entonces la cerámica ha estado unida al deseo en sí mismo. Desde ahí comienza a andar el artista
norteamericano Robert Chamberlin.
Fountain 10. Porcelain with
porcelain decoration. 2014
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Graduado como
fotógrafo empieza a incursionar en la
arcilla, pero fue mucho tiempo
después que su carrera cobro un giro productivo e inesperado. “Durante mi posgrado trabajé con fotografía, performance, modelado e
incluso algo de video. Fue en ese momento que tuve la posibilidad de
encontrarme con Kathy King y realmente empezar a pensar la arcilla en un forma
muy diferente a como lo venía haciendo. Encontré posibilidades artísticas donde
antes solo veía funcionalidad”. Explica Chamberlin.
Hoy, aunque aún tiene tiempo para
la fotografía, la atención de su producción está puesta principalmente en su
obra en porcelana. Perfilado como uno de los artistas jóvenes del momento en su
país, su última incursión en la edición 2014 de VOLTA en Nueva York, lo
demuestra. Desde sus inicios esta feria ha estado ligada a las producciones emergentes y es una
vidriera para las posiciones relevantes del arte contemporáneo. La instalación de
Chamberlin para esta ocasión, fue considerada
una exitosa continuación de su anterior exhibición “Fill me up”, exhibida en la
Miller Yezerski Gallery en mayo de 2013.
La
forma base de las piezas, en general estilo Sèvres, se trabaja como una pieza
única y a veces es decorada sin un diseño previo. Así, cada recipiente es
moldeada a mano y su concepción es un trabajo completamente artesanal, pulido y
riguroso “El empleo de un glaseado de porcelana hecho en arcilla, el último
paso, es similar a llenar la manga de
repostería y decorar como si se tratara de una torta y yo un cheff” cuenta el artista. Tal vez ello explique por qué al estar
frente a ellas sobren deseos de saborearlas, porque no basta solo la mirada para aprehenderlas en su completitud.
Fountain 09. Porcelain with
porcelain decoration. 2014
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Una cama deshecha, un ambiente
despojado y decenas de piezas blancas alrededor, por un momento subvierten los
roles. Parecieran ser las porcelanas observadoras íntimas de lo ocurrido en
aquella habitación aparentemente descuidada. En las sábanas y cortinados
predomina el azul, como en la instalación en donde más de 100 piezas fueron
dispuestas sobre mesas vestidas con manteles del color históricamente
relacionado con lo sagrado y la realeza, y por lo que se sabe, el favorito de
la corte francesa del siglo XVIII.
Sus vasijas de porcelana blanca, que
toman su modelo de grandes tiendas de segunda mano, remiten a la sensualidad y el boato del Rococó
y el arte cortesano de antaño. Sin embargo,
lejos de ser meros objetos decorativos, el espectador experimenta con ellas un placer culposo, casi lascivo. Piezas fetichistas. El artista les
atribuye caracteres antropomórficos y la proyección sobre ellas fluye en
objetos con nombres propios, imaginarios o reales, tomados en algunos casos del
ámbito íntimo de su creador, o bien de las intrigas familiares de grandes
dinastías de la historia como la Romanov.
Similar a un niño que asume su
realidad al proyectarla en un fragmento, Robert Chamberlin experimenta la
noción de deseo, encuentro y desencuentros
desde sus porcelanas. Cada obra es concebida literalmente como una
persona, su superficie es tratada como la piel y así no es de extrañar que las
vasijas tengan “cuello”, “vientre” o “brazos”. Algunas se rompen por su propio
ornamento, otras se acoplan, se derriten, casi todas remiten a la dinámica
entre las parejas, las que quieren serlo
o las que fueron.
Chamberlin asegura que sus
vasijas están “sentadas a la espera de encontrar el correcto espectador”. Aquel
tendrá la tarea de permear aún más, si es que es posible en la contemporaneidad,
su campo sensible, estético. Deberá permitirse la fantasía de saborear esos
cuerpos en forma de recipiente, de rozar esas pieles perfectamente lisas pero
heladas, permitirse el voyeurismo de verlas amarse. En
definitiva, su espectador ideal deberá rendirse a la sinestesia del deseo. Conectar
todo su campo sensible con su memoria involuntaria, y gozar.
Publicado en la edición 70 de la revista Arte Al Limite. Mirá la versión digital acá
Publicado en la edición 70 de la revista Arte Al Limite. Mirá la versión digital acá
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